
Siendo ya alumno de medicina me llamaba la atención el esfuerzo y gastos para tratar y curar diarreas en niños a veces con severas deshidrataciones, hospitalizaciones, antibióticos, etc.
Apreciaba que todo eso se evitaba si alguien enseñaba el manejo adecuado en la preparación de alimentos e higiene. Aún mayor era el impacto si autoridades políticas implementaban estrategias en el manejo de la basura, acceso al agua potable, a los servicios básicos. Todo ello dependía de la economía del país, de la fidelidad a los criterios de equidad, solidaridad, servicio social, etc. Este ejemplo se extrapola a todas las enfermedades: cáncer, diabetes, hipertensión arterial, etc.
Así las cosas, sentía que nosotros, los médicos éramos poco gravitantes en la salud de la población, más bien siempre moviéndonos en el campo de la enfermedad. Esa es nuestra visión, y se insiste que la salud la manejemos los de salud. Por lo tanto, nuestros ministerios de salud, se transforman imperceptiblemente en ministerios de enfermedad. Es lo que sabemos hacer.
La salud como tal es un asunto de estado, de país, de la sociedad entera. Importa el periodista, el sociólogo, el político, el economista, el empresario, el líder sindical, los formadores de opinión, los medios de comunicación, etc, y sin duda también los profesionales de salud.
Luego, en otro momento de comprensión de la salud, entendí que estar sanos no es solamente no estar enfermos ni mucho menos, sino que consiste enser seres humanos vitales, con sentido de vida, entusiasmados, autogestionantes de nuestras vidas, con valores, sueños, teniendo habilidades para resolver los desafíos emocionales de la vida. Seres despiertos, conscientes, co-creadores de nuestras realidades y de las realidades de todos por la interconexión que tenemos.
Y eso sí que ya se salió de los hospitales, consultorios y se mete a los cimientos de la sociedad, de los hogares, de las escuelas.
¿Y cómo es nuestra sociedad y por ende nuestras familias, escuelas, economía, etc? Son hijas de una concepción codiciosa, competitiva, avasalladora, materialista; responden un esquema mantenido por una estructura del poder patriarcal jerárquico. Tener más, sea como sea. Y eso requiere gente “instruida” para mantener el sistema aceitado, funcionante a sus propósitos. Entonces, hogares, escuelas, “adiestran”, “instruyen” niños-niñas para que sean adecuados a ello. Se robotiza el sistema y se pierde la humanidad que tanto sentimos faltante en la medicina, en la educación, en la economía, etc.
A aquel que no se adapta, se le estigmatiza, se le “medica o pildoriza”, se le expulsa. “Ovejas negras (otra estigmatización racista).”
Arrasamos con la concepción misma de EDUCAR, que es sacar lo mejor que hay en cada uno de nosotros. Esa esencia única e irrepetible, lo que nos da sentido de vida, va siendo pisoteada.
Nos vamos sintiendo violentados, culposos, fuera del rebaño, estresados. Allí están todos los elementos para enfermarnos. Seres humanos enfermos, sociedad enferma. Un circuito vicioso.
Esa competencia engendra intolerancia, discriminación, juicios, que no solo están en líderes mundiales, sino fundamentalmente están en el seno de nuestros hogares, de nuestros colegios, de nuestros propios comportamientos. Repetimos el modelo desde la inconsciencia y la ignorancia.
Sanar la sociedad, sanar la vida, es un cambio de consciencia que es acicateada por el viejo esquema evolutivo de las crisis. En eso estamos.
Podemos contribuir a ello con nuestros propios despertares, con nuestros cambios profundos de consciencia, de manera que seamos respetuosos para estimular la responsabilidad, inclusividad, participatividad etc. Generar grupos holárquicos, que abandonen ya los modelos jerárquicos de poder. Como todo está conectado, vamos regalando al entorno desde lo sutil este cambio de conducta,que va ayudando a incubar la sociedad que anhelamos.
Trabajar de manera esencial con los educadores, darles elementos concretos, métodos insertos en una comprensión y cambio de consciencia para que sean gestores fundamentales de este cambio que probablemente emerge más desde los cimientos que desde las cúpulas.
Sanar la sociedad, sanar la vida, sanar nuestras existencias. Un excitante camino espiritual.
Autor: Dr. Claudio Méndez